Por: Victor Hermosillo, Senador en México.
Apenas hace un año cuando Trump señalaba a México como la causa de todos los males de Estados Unidos y ponía en duda la conveniencia del TLCAN, el peso mexicano se devaluaba inmediatamente, aunque fuese sólo un tuit. Apenas hace unos meses cuando se hablaba de la persecución que habría a los dreamers, en México reformamos la Ley General de Educación para recibirlos con grandes facilidades en nuestras universidades. Apenas cuando el neoyorkino insistía en que nosotros pagaríamos el muro, los medios y la clase política en nuestro país se movilizaban para encontrar los mecanismos para negarnos.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la sociedad, los políticos y los mercados nos hemos ido acostumbrando a los tuits, a la impulsividad, inconsistencias y al nacionalismo radical de Donald Trump, aunque esto arrastre a la unión americana al aislamiento de la comunidad internacional.
El nacionalismo se concentraba en las críticas al libre comercio, siendo el centro de sus ataques el NAFTA, incluso a mediados de abril trascendió que el presidente norteamericano firmaría una orden ejecutiva para salir del acuerdo comercial; así también, rechazó participar en el TPP y presionó a las grandes armadoras de autos norteamericanas como General Motors, Ford y Chrysler a mantener su producción en Estados Unidos, y a pesar de ello, las exportaciones de autos fabricados en México creció un 12%, una cifra histórica.
Trump no se detuvo ahí, ya que mediante una orden ejecutiva restringió la entrada de refugiados de siete naciones árabes, rompiendo con el acuerdo que Estados Unidos había contraído para dar una oportunidad de vida a miles de personas que huyen de conflictos bélicos y represión.
Desde el inicio de su administración entró innecesariamente en conflictos diplomáticos, solamente por el tono y las conductas hostiles como su ya clásico saludo de mano, algo que resultó muy incómodo con el Primer Ministro de Japón y Canadá, sin dejar de lado el bochornoso encuentro con Angela Merkel en la Casa Blanca por la frialdad con la fue recibida, sobre todo cuando frente a todos los reporteros Trump rechazó saludar de mano a la Canciller de Alemania.
Por si esto no fuera poco, en junio pasado Donald Trump decidió no validar el Acuerdo de París sobre cambio climático, por el cual el mundo se comprometió a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, dejando a Estados Unidos deambulando sin rumbo en la arena internacional, obligando a que surjan nuevos liderazgos como el de Emmanuel Macron y la propia Angela Merkel.
Para terminar de derramar el vaso, en las últimas reuniones de alto nivel en las que ha participado como en la OTAN, G8 y G20, Donald Trump ha exhibido su poca experiencia y sus complejos, desde los desaires diplomáticos como empujar a líderes, rechazar convivir con ellos al caminar por separado y no portar los mismos pines, hasta distanciarse en las posturas que históricamente defendían los norteamericanos.
Hoy las naciones aliadas, cercanas, necesarias o dependientes de Estados Unidos, desconfían de su liderazgo porque ya no representa un interlocutor confiable ni serio para que los acuerdos prosperen; a esto le podemos sumar las naciones confrontadas con los norteamericanos como Corea del Norte, Irán, Venezuela y Rusia – que hoy parece estar controlando todo desde dentro en lugar de estar en conflicto con la Casa Blanca – dando como resultado un panorama gris para Estados Unidos y para el mundo.
La realidad es que nadie puede estar optimista mientras Donald Trump persista con estas posiciones, porque aunque las ambiciones de nuevos liderazgos salgan a la luz en los próximos años, no alcanzarán cubrir el alcance e influencia de un Presidente de Estados Unidos; no es casual que Merkel, Macron y Xi Jinping conversen sobre el destino de la seguridad, comercio y medio ambiente a espaldas del neoyorkino.
Para nuestra región es importante que líderes sociales, políticos y empresariales nos involucremos en la renegociación del NAFTA con el objetivo de dar pasos hacia adelante y esto de cómo resultado mejorar en áreas como la agricultura, educación, innovación y certezas para la inversión en ambos lados de la frontera, ya que si en Estados Unidos no hay un líder, nosotros tenemos que actuar en beneficio de nuestra región.