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“TENEMOS LA PAREJA PARA LA QUE NOS ALCANZO”

RUBEN GONZALEZ VERA

Por: Rubén González Vera (Psicólogo, terapeuta de pareja, autor bestseller y conferencista internacional)

Desde la portada del nuevo libro del psicólogo Rubén González Vera, su título ” tenemos la pareja para la que nos alcanzó” deja establecida la responsabilidad que tenemos en nuestra relación, desde que elegimos a nuestra pareja. Esto se lo enfatiza todavía más cuando escribe en la contra portada: ” este libro es un espejo que hará que te rías a carcajadas de ti mismo mientras sacude tus entrañas”, y además ” sí después de leer este libro no entendiste que en una relación de pareja el del problema siempre eres ¡tú!, que dios te agarré confesado porque entonces sí,…, ¡ni cómo ayudarte!”

Para confrontar al lector, Rubén se vale de muchos recursos creativos, como el de analizar el contenido de algunos fragmentos de canciones populares. Por ejemplo, nos expone:

Quien no ha escuchado la letra de canciones como: “que la chancla que yo tiro, no la vuelvo a levantar”? Rubén cuestiona con gran agudeza: ¿Quién se relaciona con chanclas a la que después tira? Un zapato fino y distinguido? Verdad que no? ¿Entonces quién? Pues otra chancla, toda vez que las chanclas siempre vienen en pares, y un zapato fino y elegante se acompaña de uno semejante. Imagínate cómo se vería una persona calzando en un pie una chancla, y en otro un elegante zapato de vestir. ¿Verdad que se vería ridícula? ¿Verdad que es inconcebible? Pues lo mismo ocurre con la pareja: resulta impensable ver a un cavernícola emocional misógino, casado con una mujer sana que se respeta a sí misma. Cuando alguien dice que no vuelve a levantar una chancla, lo que hace es aventar un bumerán.

Otro ejemplo es el análisis de un fragmento de la canción llamada “rata de dos patas”, en la que la protagonista despechada se refiere a su ex pareja como una hiena, culebra ponzoñosa y espectro del infierno, Cuando ella describe a este engendro, sin darse cuenta, se define a sí misma. ¿Por qué se relacionó con un sujeto como éste? El autor responde: “porque fue para lo que le alcanzó”. Si ella hubiera sido más madura y sana, ni por casualidad se hubiera acercado a un tipo con esas características. ¡Ella lo eligió! ¡Pues si no se lo saco en una rifa! En todo caso, debería estar molesta con ella misma, ya que él simplemente “juega” su papel destructivo, pero ése es problema de él. Lo importante es qué me sucede a mí, ¿por qué me relaciono con un hombre de las cavernas durante tanto tiempo y no con un ser humano más evolucionado?

Suena divertido ¿verdad?, pero al mismo tiempo abofetea a la consciencia ¿no es cierto?

Rubén nos confiesa que el libro bien podría haberse llamado “La importancia de la capacidad de autocrítica”, pues de eso es de lo que se trata. En primer lugar nos muestra como casi nadie acepta su responsabilidad y termina culpando a los demás. “Errar es de humanos nos dice, pero todavía más humano lo es echarle la culpa a los otros”. Nos advierte que el precio que pagamos por no ser autocríticos (es decir, por ser expertos, en ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio), es muy alto dado que inhibe nuestra evolución como personas y por ende como sociedad.

Realiza un análisis en diferentes ámbitos como el político, el internacional, el fútbol y por supuesto, el de la pareja, para mostrarnos como el enemigo que llama “la incapacidad de autocrítica” es muy poderoso y está infiltrado en todas partes.

Nos explica que el cáncer social que significa esta pandemia, se desprende del concepto de la dualidad humana que consiste en que estamos constituidos por una parte de luz y otra de obscuridad, por cualidades y defectos, y que, dado que habitamos en sociedades insalubres, en un sentido moral, emocional y espiritual, nos convertimos en seres muy inseguros incapaces de reconocer nuestras fallas y carencias, lo que nos lleva a recurrir a mecanismos psicológicos como el de la proyección para depositar en los demás todo aquello que nos resulta inadmisible aceptar en nosotros mismos. Estos mecanismos de proyección resultan sumamente perniciosos ya que tanto a nivel interpersonal como a nivel étnico buscamos chivos expiatorios para proyectar lo que no aceptamos en nosotros mismos. Dichos mecanismos son lo responsables de expresiones repugnantes a lo largo de la historia como el racismo, la intolerancia, la homofobia, y en general del fenómeno de la discriminación.

El antídoto llamado “capacidad de autocrítica” no es otra cosa que el conocimiento y la aceptación de uno mismo, especialmente de nuestra parte obscura para evitar que se la adjudiquemos a los demás. Para poder exterminar a la devastadora plaga de la incapacidad de autocrítica, concluye que tendríamos que emprender una cruzada mundial, contra ese bicho y para ello es necesario que las parejas –desde nuestras trincheras– iniciemos una labor titánica para crear “la nueva cultura de la capacidad de autocrítica”, de tal suerte que se convierta en el potente “insecticida” que acabe con esta perniciosa plaga, que hasta el momento ha exhibido una impresionante habilidad adaptativa para sobrevivir a lo largo de la historia.

¿Por qué habría que resaltar el inicio de esta revolución en el ámbito de la pareja? Se pregunta Rubén. En primer lugar, nos advierte, que la calidad de los seres humanos que una sociedad es capaz de producir se configura, en gran medida, en la atmósfera emocional que los esposos son capaces de crear en su relación. Y que si las estadísticas de divorcios legales o emocionales, infidelidad o maltrato nos indican que la pareja es una zona de desastre, esto quiere decir que está incumpliendo con su función de preservar la integridad emocional de los niños al no crear las condiciones nutritivas para su desarrollo. Estas cifras nos revelan que nuestros hijos están siendo contaminados por la radioactividad y las toxinas que se desprenden de la incompetencia conyugal de sus padres.

En segundo lugar, nos persuade de que pedirle capacidad de autocrítica a instancias que son impulsadas por intereses mezquinos, a las que lo único que les interesa es el poder y el dinero a costa de lo que sea, o en donde los egos estén inflados como la barriga de una persona desnutrida que está llena de parásitos, es muy difícil, sino es que imposible porque eso significaría pedirles humildad y nobleza, lo cual va en contra de la naturaleza egoísta de sus intereses. Por eso el lugar más propicio para sembrar esa actitud es la pareja, la cual servirá de vivero para trasplantarla a otros ámbitos sociales.

Por estas razones, nos invita a que construyamos una cultura de capacidad de autocrítica. Afirma que en la medida en que lo logremos podremos entregarle a la sociedad hijos dadores, incapaces de dañar o abusar de otras personas y que además serán los portadores de esta actitud luminosa que trasladarán a otros ámbitos de la sociedad, así como las abejas trasladan el polen a otras flores para fertilizar y crear la vida.

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