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Redescubriendo el Poder del Amor y la Amistad en un Mundo Dividido

Por: Ellie Burgueño, Escritora y Periodista.

Febrero, el mes del amor y la amistad, se ha convertido en una fecha que polariza las opiniones. Para muchos, es simplemente una excusa comercial que el capitalismo ha convertido en una maquinaria para incentivar el consumo masivo, impulsando a las personas a gastar en flores, chocolates y regalos con el afán de cumplir con las expectativas sociales o impresionar a sus seres queridos. Sin embargo, más allá de este enfoque consumista, el 14 de febrero nos invita a una reflexión profunda sobre el verdadero significado del amor y la amistad.

Cada año, millones de personas celebran el Día de San Valentín, una fecha que se ha transformado en un símbolo global de amor y cariño, especialmente entre parejas, pero también entre amigos. En algunas naciones latinoamericanas, este día es conocido como el “Día del Amor y la Amistad”, y aunque su origen es un tanto incierto, los historiadores coinciden en que proviene de festivales romanos antiguos como el Lupercalia, una celebración pagana vinculada con la fertilidad, el sacrificio y la purificación. Con el paso de los siglos, este festejo se fue transformando hasta convertirse en la versión comercializada que conocemos hoy.

Sin embargo, independientemente de sus raíces históricas y la forma en que se ha comercializado, el Día de San Valentín nos recuerda algo importante: el amor y la amistad son fundamentales para el bienestar humano, y, como veremos, el amor tiene una dimensión mucho más profunda de lo que muchas veces se le da crédito.

El amor no es solo una emoción superficial que experimentamos en un momento determinado. Es una fuerza que tiene la capacidad de transformar nuestras vidas y las de quienes nos rodean. Sin amor, es casi imposible sobrevivir en un mundo lleno de crueldad e injusticias, como bien lo dijo Victor Hugo en su obra “Los Miserables”: “El amor es la única fuerza capaz de transformar a un enemigo en amigo”. Esta cita resalta lo que el amor realmente puede hacer: cambia perspectivas, suaviza corazones endurecidos y nos permite encontrar humanidad incluso en las situaciones más oscuras.

En una sociedad donde el egoísmo, la competencia y la avaricia parecen dominar, el amor emerge como un antídoto necesario. Es el motor que nos impulsa a ir más allá de nuestros intereses personales y pensar en el bienestar de los demás. El amor es la clave que nos permite ver la humanidad en quienes nos rodean, a pesar de sus defectos y diferencias. Nos da la fortaleza para enfrentar las adversidades y para construir puentes, en lugar de muros.

El amor se manifiesta de diferentes formas, y, como señala la Biblia, existen distintos tipos de amor que reflejan las variadas relaciones humanas. En su epístola a los Corintios, el apóstol Pablo describe las cualidades del amor verdadero: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor…” (1 Corintios 13:4-8). Este amor es incondicional, puro y desinteresado, lo que lo convierte en un pilar fundamental para cualquier sociedad que aspire a la paz y la cooperación.

La tradición cristiana reconoce tres formas fundamentales de amor: Eros, Filia y Ágape. Eros representa el amor pasional, vinculado al deseo y la atracción romántica; Filia es el amor que sentimos por nuestros amigos y familiares, un amor basado en el respeto y la lealtad; y Ágape, el amor incondicional, el más puro, que puede extenderse no solo a nuestros seres cercanos, sino al mundo entero. Este último tipo de amor es el que nos llama a amar a nuestra humanidad, a abrazar nuestras diferencias y a ser compasivos incluso con aquellos que parecen ser nuestros enemigos.

Vivimos en tiempos donde el egoísmo, el individualismo y la competencia parecen ser la norma. La avaricia y la sed de poder a menudo se anteponen a la empatía y la colaboración. Sin embargo, el amor es la respuesta a este mundo de divisiones. En medio de la injusticia, el amor nos recuerda que no estamos solos, que la conexión humana es esencial para nuestra supervivencia y bienestar.

El amor nos hace ver más allá de nosotros mismos y nos invita a actuar de manera desinteresada. Nos enseña a perdonar, a sanar heridas y a caminar juntos en solidaridad. Sin amor, la sociedad sería un lugar frío y solitario, marcado por la indiferencia y la separación. Pero cuando dejamos que el amor guíe nuestras acciones, todo cambia: la compasión reemplaza el juicio, la ayuda mutua se convierte en una prioridad y el perdón se vuelve un camino hacia la reconciliación.

Aunque el Día de San Valentín se celebra principalmente con regalos y flores, es una oportunidad para reflexionar sobre lo que realmente importa. El amor no debe reducirse a un gesto superficial o a un intercambio material. Es una invitación a ser mejores seres humanos, a cuidar de los demás, a ser generosos con nuestro tiempo, nuestra comprensión y nuestro apoyo. Es una oportunidad para recordar que el amor es una energía transformadora que tiene el poder de hacer del mundo un lugar mejor.

En este Febrero, más allá de las flores y los chocolates, reflexionemos sobre el amor verdadero, ese que nos invita a ser pacientes, a ser amables, a perdonar y, sobre todo, a ser compasivos. Un amor que no busca recompensa, sino que da sin esperar nada a cambio, y que tiene el poder de transformar, sanar y unir. En un mundo que muchas veces parece carecer de él, nunca está demás recordar que el amor es, y siempre será, la fuerza que mueve al mundo.

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