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Desarrollo económico de la frontera México–Estados Unidos

Dr. Alejandro Diaz Bautista, Economista e Investigador (PhD).

La región fronteriza entre México y Estados Unidos ha sido, durante décadas, un laboratorio de convergencia económica, social y cultural. A partir del año 2000, la integración comercial, las reformas regulatorias y los cambios en las cadenas globales de valor impulsaron una transformación profunda en ambos lados del río Bravo.

En México, los estados fronterizos (Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas) comenzaron a diversificar sus actividades más allá de la maquila tradicional, incorporando industrias de alta tecnología, logística y servicios de exportación. Al mismo tiempo, en la zona sur de Estados Unidos (California, Arizona, Nuevo México y Texas), se reforzaron los lazos con el mercado mexicano gracias a flujos migratorios y proyectos binacionales de infraestructura.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sentó las bases para un intercambio de bienes y servicios sin precedentes. Entre 2000 y 2018, el comercio bilateral creció de cerca de 300 mil millones de dólares anuales a más de 600 mil millones. Las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos se especializaron en manufactura automotriz, electrónica y aeroespacial, y con el tiempo surgió el T-MEC.

La intensificación del comercio propició la emergencia de clústeres productivos en ciudades como Ciudad Juárez, Laredo y Reynosa. La conectividad vial y aduanera se amplió con nuevos cruces fronterizos y plataformas logísticas, reduciendo tiempos de despacho y mejorando la competitividad regional. La frontera se consolidó como un imán para la inversión extranjera directa (IED), concentrando alrededor del 40% de la IED total en México.

En paralelo, se desarrollaron corredores ferroviarios y autopistas de cuota que conectan puertos mexicanos con centros de distribución en Texas y California. Las inversiones en gasoductos transfronterizos y plantas de procesamiento de gas natural licuado fortalecieron la seguridad energética en ambos países. Las remesas e ingresos transfronterizos actuaron como amortiguadores sociales en periodos de crisis.

También se ha observado el estrés hídrico en cuencas compartidas como el Río Bravo y el Río Colorado. El T-MEC robusteció las reglas de origen y abrió espacios para contenidos digitales y energías limpias. La crisis sanitaria de 2020–2021 frenó parcialmente la actividad, pero también aceleró la digitalización y la reconfiguración de cadenas de suministro.

Estos cambios han reforzado la resiliencia de la economía fronteriza y han sentado las bases para integraciones más avanzadas en sectores de alto valor agregado.

 Dr. Alejandro Díaz-Bautista: Profesor Investigador en Economía Internacional en El Colef.
Distinguido miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores del Consejo Nacional de  Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) y ahora en la nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades,  Tecnología e Innovación (Secihti

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