El presidente Donald J. Trump pronunció el martes por la noche dio su primer informe de gobierno de su segundo mandato, sentando las bases para una agenda legislativa y ejecutiva contundente que, según él, restaurará la grandeza de Estados Unidos. Hablando ante una sesión conjunta del Congreso, Trump delineó cambios de política de gran alcance, iniciativas económicas y prioridades de seguridad nacional, al tiempo que lanzó duras críticas a su predecesor e instó a los demócratas a aceptar su visión.
Trump comenzó su discurso describiendo su reelección como un mandato innegable del pueblo estadounidense, citando sus victorias en los siete estados clave y un triunfo en el Colegio Electoral con 312 votos. Sin embargo, los críticos argumentan que, aunque Trump aseguró un segundo mandato, las encuestas nacionales sugieren que la elección siguió siendo profundamente divisiva, con el voto popular reflejando una nación aún dividida sobre su liderazgo.
“América ha vuelto”, proclamó Trump. “Nuestro espíritu ha vuelto. Nuestro orgullo ha vuelto. Nuestra confianza ha vuelto”. Pero, ¿refleja este resurgimiento la realidad económica y geopolítica, o es un ejercicio de fanfarronería política?
Uno de los pilares clave del discurso de Trump fue su postura agresiva sobre la seguridad fronteriza. Destacó la declaración de emergencia nacional en la frontera entre EE.UU. y México y el despliegue de personal militar para frenar los cruces ilegales. Según Trump, las cruces ilegales han caído a niveles récord bajo su mandato, una afirmación que merece escrutinio.
Los últimos informes del Departamento de Seguridad Nacional indican una disminución en los cruces; sin embargo, analistas independientes argumentan que las tendencias estacionales de migración y los acuerdos diplomáticos con México y países centroamericanos han desempeñado un papel significativo en estas cifras. Trump contrastó su enfoque con lo que describió como los fracasos de su predecesor, afirmando: “Bajo Joe Biden, el peor presidente en la historia de Estados Unidos, había cientos de miles de cruces ilegales al mes”. Si bien las políticas de Biden sí vieron un aumento en la migración, la complejidad de los patrones migratorios sugiere que múltiples factores contribuyen a las fluctuaciones.
Trump elogió lo que llamó una “edad de oro de América”, enfatizando la desregulación, los recortes fiscales y políticas económicas agresivas. Entre sus anuncios más destacados estuvieron la congelación de contrataciones federales, la derogación de regulaciones ambientales de la era Biden y la eliminación de políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) en las agencias federales.
Quizás la medida económica más impactante fue la creación de un Departamento de Eficiencia Gubernamental, dirigido por el magnate empresarial Elon Musk. El objetivo, según Trump, es eliminar el gasto innecesario y agilizar las operaciones federales. Si bien los éxitos de Musk en el sector privado están bien documentados, la efectividad de aplicar principios de eficiencia corporativa a la administración pública sigue siendo un punto de debate entre economistas y legisladores.
Además, Trump anunció recortes en el gasto, incluyendo reducciones en la ayuda extranjera y en subvenciones para programas sociales. Se espera que estos recortes ahorren miles de millones; sin embargo, los críticos advierten que podrían afectar desproporcionadamente a comunidades vulnerables.
Declarando una “emergencia energética nacional”, Trump reafirmó su compromiso con la dominación energética de EE.UU., prometiendo expandir la perforación petrolera, acelerar la producción de minerales raros y desmantelar los mandatos sobre vehículos eléctricos. También anunció su intención de retirarse de acuerdos climáticos internacionales, señalando una reversión total de los compromisos previos con las políticas ambientales globales.
En materia comercial, Trump presentó un ambicioso plan de aranceles recíprocos, asegurando que EE.UU. impondrá los mismos impuestos a productos extranjeros que otros países aplican a las exportaciones estadounidenses. “Este sistema nunca ha sido justo para Estados Unidos”, afirmó Trump. “El 2 de abril, los aranceles recíprocos entrarán en vigor”. Aunque las políticas comerciales proteccionistas históricamente han buscado resguardar las industrias nacionales, también conllevan el riesgo de represalias de socios comerciales, lo que podría desencadenar conflictos económicos.
El discurso de Trump también subrayó la postura firme de su administración sobre cuestiones sociales y culturales. En una medida que seguramente desatará un intenso debate a nivel nacional, firmó una orden ejecutiva estableciendo el inglés como el idioma oficial de Estados Unidos y revocó el reconocimiento federal de identidades de género más allá de hombre y mujer.
Además, anunció la prohibición de atletas transgénero en deportes femeninos y reiteró su oposición a la teoría crítica de la raza en las escuelas. “La Corte Suprema, en una decisión valiente y muy poderosa, nos ha permitido hacerlo”, dijo, refiriéndose a políticas que priorizan la contratación basada en méritos sobre la acción afirmativa.
Si bien los seguidores de Trump aplauden estas medidas como un retorno a los valores tradicionales, los grupos de derechos civiles argumentan que socavan la inclusión y el progreso en derechos civiles. Es probable que las implicaciones legales y sociales de estas políticas enfrenten desafíos en los tribunales y el discurso público.
El ambiente en la Cámara de Representantes reflejaba la profunda polarización del país. Los legisladores republicanos estallaron en múltiples ovaciones de pie, mientras que los demócratas en su mayoría permanecieron sentados, expresando su oposición a muchas de las políticas de Trump.
En un momento, el representante Al Green (D-Texas) interrumpió el discurso de Trump, lo que llevó al presidente de la Cámara, Mike Johnson (R-La.), a intervenir y ordenar al sargento de armas que retirara a Green del recinto. El incidente subrayó el tenso clima político y la dificultad de forjar cooperación bipartidista en el Congreso actual.
Quizás uno de los momentos más inesperados del discurso de Trump fue cuando declaró que Estados Unidos apoya el derecho de Groenlandia a la autodeterminación, pero que “acogería” al territorio dentro de EE.UU. por razones de seguridad nacional y beneficios económicos.
“Creo que lo vamos a conseguir”, dijo Trump, agregando: “De una forma u otra, lo conseguiremos”. Aunque el comentario generó aplausos y risas entre los legisladores republicanos, plantea serias implicaciones geopolíticas. La idea de adquirir Groenlandia ha surgido antes, pero tanto funcionarios daneses como líderes groenlandeses han rechazado de manera consistente cualquier noción de propiedad estadounidense. Queda por ver si esta declaración fue una señal diplomática o simple retórica política.
Una visión para América… ¿pero a qué costo?
Trump concluyó su discurso con un llamado familiar, instando a los demócratas a unirse a su agenda de “América Primero”. “Por solo una noche, ¿por qué no nos unimos para celebrar tantas victorias increíbles para Estados Unidos?”, preguntó.
Sin embargo, a pesar de sus llamados a la unidad, el discurso reafirmó la profunda división ideológica en Washington. Mientras sus seguidores ven sus políticas como pasos audaces hacia la renovación nacional, sus críticos advierten sobre su potencial para exacerbar divisiones sociales, tensar relaciones internacionales y provocar desafíos legales.
A medida que la administración avanza, los próximos meses revelarán si las ambiciosas declaraciones de Trump se traducen en una gobernanza tangible o si su enfoque genera una mayor polarización en un panorama político ya fracturado.