El doomscrolling (desclazarse hacia abajo) ya no es solo una palabra de moda: es un riesgo real para la salud mental. Tras los atentados del Maratón de Boston en 2013, las personas que consumieron seis o más horas diarias de noticias relacionadas con el suceso presentaron un estrés agudo mayor que algunas de las víctimas directas. Una década después, los psicólogos siguen hablando de una “trauma colectivo”, y nuevas investigaciones señalan que la incertidumbre generada por los ciclos de noticias negativas 24/7 es un detonante directo de angustia y ansiedad.
¿Por qué esto afecta tanto al cerebro? El estrés crónico mantiene elevados los niveles de cortisol, lo que con el tiempo remodela regiones cerebrales clave: el hipocampo (memoria y aprendizaje) puede perder volumen, la corteza prefrontal (planificación y regulación emocional) puede adelgazarse, y la amígdala (detección de amenazas y miedo) se vuelve hiperreactiva. Estudios en humanos y animales coinciden: el estrés persistente debilita conexiones neuronales, suprime la neurogénesis y orienta el cerebro hacia la vigilancia y la rutina, en lugar de la reflexión y la flexibilidad.
Las malas noticias no solo informan, también condicionan. Durante la pandemia de COVID-19, una mayor exposición diaria a contenido negativo en redes sociales se asoció con niveles elevados de depresión y síntomas de estrés postraumático. Los investigadores definen hoy el doomscrolling como una compulsión por buscar información negativa, incluso cuando aumenta la ansiedad, reforzada por recompensas dopaminérgicas que impulsan a seguir desplazando la pantalla. Se ha comprobado, además, que las mujeres son más reactivas al estrés y recuerdan más las noticias negativas que los hombres, lo que revela una vulnerabilidad diferenciada que rara vez se menciona en los medios.
La buena noticia es que puedes reprogramar tu cerebro. El ejercicio se compara, e incluso supera, a muchos tratamientos estándar para la depresión leve o moderada, al mejorar el ánimo y aumentar factores neurotróficos como el BDNF, que apoyan la plasticidad cerebral. La meditación de atención plena (mindfulness), como el programa MBSR, se ha asociado con un aumento de la densidad de la materia gris en áreas relacionadas con la regulación emocional y el aprendizaje, ofreciendo un antídoto estructural contra los efectos del estrés. El yoga y otras prácticas cuerpo-mente muestran beneficios similares en diferentes estudios.
Entonces, ¿cómo romper este ciclo?
1) Pon límites a tu dieta informativa. La Asociación Estadounidense de Psicología (APA) recomienda establecer rutinas y límites claros: programar momentos concretos para informarse, reducir el tiempo total de exposición y desactivar notificaciones automáticas. Trata los titulares como la cafeína: con medida, horarios definidos y nunca antes de dormir.
2) Sustituye tiempo, no solo intención. Cambia los 30 minutos que normalmente dedicas a desplazarte por noticias negativas por un hábito positivo y repetible: leer un libro, preparar el desayuno del día siguiente o realizar una breve rutina de ejercicios. La ciencia del comportamiento es clara: eliminar un hábito sin reemplazarlo deja un vacío que el cerebro volverá a llenar con la costumbre anterior.
3) Construye una “rutina de recuperación neuronal.” Combina tres prácticas probadas la mayoría de los días de la semana:
- Moverse: caminar a paso rápido, montar bicicleta o entrenamiento de fuerza para elevar el ánimo y mejorar la neuroplasticidad.
- Mindfulness o respiración consciente: con solo 10–15 minutos al día se puede reducir la respuesta al estrés y fortalecer el control de la amígdala desde la corteza prefrontal.
- Conectar o crear: llamar a un amigo, cocinar, escribir en un diario—actividades que combaten la sensación de aislamiento y devuelven una sensación de control.
4) Busca contexto, no catástrofe. Sigue medios y boletines que prioricen datos, equilibrio y periodismo de soluciones para disminuir la ansiedad ligada a la incertidumbre. No se trata de ignorar la realidad, sino de cómo está enmarcada la información.
5) Aprende a desconectarte—y pide ayuda cuando la necesites. Si el consumo de noticias afecta tu sueño, relaciones o trabajo, o si los síntomas de ansiedad y depresión persisten, busca apoyo profesional. Los informes más recientes de Stress in America subrayan que muchas personas siguen abrumadas incluso años después del pico de la pandemia. No tienes que enfrentarlo solo.
La conclusión no es apartar la mirada de los problemas del mundo, sino mirar con límites y reestructurar el resto de tu día con hábitos que restauren el equilibrio mental. El estrés reconfigura el cerebro, pero también lo hacen el ejercicio, la atención plena, el aprendizaje, la creatividad y la conexión humana. El algoritmo quiere que sigas desplazándote. Tu cerebro necesita que te detengas.