-Editorial
El Día Internacional de las Condenas Injustas se conmemora por duodécimo año, llamando la atención sobre las miles de personas exoneradas en Estados Unidos y las huellas permanentes que deja el encarcelamiento injusto. Esta conmemoración coincide con la inminente ejecución en Texas de un hombre cuyo caso se ha convertido en uno de los más debatidos en el sistema de pena de muerte del país.
La jornada de concientización, creada en 2014 por la Red de Inocencia, busca resaltar las causas de las condenas injustas, las reformas necesarias para prevenirlas y el profundo impacto en quienes fueron acusados erróneamente. La red, que ofrece servicios legales y de investigación pro bono a personas que buscan demostrar su inocencia, también apoya a los exonerados en la reconstrucción de sus vidas.
“Las condenas injustas destruyen familias, arruinan vidas y erosionan la confianza en el sistema de justicia”, señaló la Red de Inocencia en un comunicado publicado en su sitio web. “Honramos a las personas que lucharon durante años por demostrar su inocencia y nos comprometemos a prevenir futuras injusticias.”
El Registro Nacional de Exoneraciones informa que, hasta junio de 2025, al menos 3,696 personas en Estados Unidos han sido exoneradas desde 1989. En conjunto, pasaron más de 34,000 años tras las rejas por crímenes que no cometieron. Algunas de esas condenas se basaron en identificaciones erróneas de testigos, confesiones forzadas, mala conducta de fiscales o el uso indebido de pruebas forenses.
Si bien la mayoría de las exoneraciones registradas ocurrieron después de 1989, los historiadores destacan que las condenas injustas han marcado la historia legal estadounidense durante más de un siglo. Algunos casos históricos involucraron a personas ejecutadas antes de que los tribunales de apelación o las pruebas científicas pudieran generar dudas sobre su culpabilidad.
Este año, el Día de las Condenas Injustas coincide con la ejecución programada de Robert Leslie Roberson III, de 58 años, condenado a muerte en 2003 por el asesinato de su hija de 2 años, Nikki. Su ejecución está programada para el 16 de octubre en Huntsville, Texas.
Los fiscales argumentaron que Nikki murió tras ser sacudida violentamente, citando el entonces ampliamente aceptado “síndrome del bebé sacudido.” Peritos médicos declararon en el juicio que las lesiones cerebrales y hemorragias eran consistentes con un severo abuso, y Roberson fue condenado por homicidio capital.
Sin embargo, desde la condena, el entendimiento médico del síndrome del bebé sacudido ha evolucionado. Algunos expertos advierten que el diagnóstico se utilizó en exceso y a veces de manera incorrecta. Los abogados de Roberson sostienen que su hija murió en realidad de neumonía que derivó en sepsis, teoría respaldada por médicos que revisaron su historial clínico. Alegan además que registros médicos clave nunca fueron presentados al jurado y que el autismo no diagnosticado de Roberson hizo que investigadores y personal médico malinterpretaran su comportamiento tras el colapso de Nikki.
Roberson ha perdido múltiples apelaciones en tribunales estatales y federales. En 2024, estuvo a pocas horas de ser ejecutado antes de que la Corte Suprema de Texas interviniera para suspender temporalmente la pena. Legisladores, incluidos decenas de miembros de la Cámara de Representantes estatal, pidieron clemencia. El escritor John Grisham se unió a la campaña calificando el caso como “una tragedia agravada por ciencia basura.”
El Tribunal de Apelaciones Penales de Texas finalmente restableció la sentencia de muerte, y a inicios de este año un juez fijó nueva fecha de ejecución. Roberson renunció a solicitar clemencia al gobernador Greg Abbott, enfocando sus últimos esfuerzos en obtener un nuevo juicio.
Los fiscales mantienen que Roberson infligió lesiones imposibles de atribuir únicamente a una enfermedad. Testigos en el juicio declararon haberlo visto sacudir a Nikki en ocasiones anteriores, y los forenses documentaron hematomas y traumas extensos. La fiscalía estatal argumenta que no existe nueva evidencia que desvirtúe las conclusiones originales del jurado.
El caso de Roberson se ha convertido en un símbolo del debate sobre la pena de muerte y el papel de la ciencia en los juicios penales. Críticos señalan que el sistema de justicia suele tener dificultades para adaptarse cuando la ciencia en evolución desafía condenas previas.
El Día de las Condenas Injustas, señalan los organizadores, subraya esa preocupación. El Proyecto Inocencia y otros grupos de defensa presionan por reformas, entre ellas mayor acceso a pruebas de ADN en procesos posteriores, estándares más estrictos para la evidencia forense y una compensación más amplia para los exonerados.
Para las familias de los condenados injustamente, el daño nunca podrá ser reparado.