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La IA pone en riesgo millones de empleos, pero los altos costos retrasan la amenaza: expertos piden regulación inteligente, no basada en el miedo

-Editorial

A medida que la inteligencia artificial (IA) avanza a una velocidad vertiginosa, también crecen los temores sobre su impacto en la fuerza laboral mundial. Desde conductores de camiones y asistentes legales hasta diseñadores e incluso periodistas, una amplia gama de profesiones enfrenta disrupciones. Si bien la IA ofrece un enorme potencial para aumentar la productividad y agilizar tareas, también representa una amenaza creciente para millones de empleos, planteando preguntas difíciles sobre el futuro del trabajo.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó recientemente que la IA podría afectar hasta el 60% de los empleos en las economías avanzadas, con casi la mitad de ellos en riesgo de ser reemplazados. Esta ola de cambio ya se está haciendo visible. En el comercio minorista, los sistemas de autopago están sustituyendo gradualmente a los cajeros humanos. En la logística, los vehículos autónomos prometen transformar el transporte de larga distancia. Y en sectores como el legal y el de medios de comunicación, las herramientas de IA son cada vez más capaces de revisar contratos, redactar artículos y generar contenido visual, funciones que antes requerían profesionales capacitados.

Sin embargo, en medio de la ansiedad, surge un contrapunto inesperado. Según un nuevo estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el costo de implementar IA a una escala que reemplace por completo a los humanos sigue siendo demasiado alto para muchas empresas. En la mayoría de los casos, contratar a una persona sigue siendo más económico y flexible que adoptar una solución de IA, especialmente para tareas que requieren toma de decisiones complejas, inteligencia emocional o adaptabilidad.

El informe del MIT se centró en la IA de reconocimiento visual, un subconjunto del aprendizaje automático utilizado en control de calidad, seguridad y entornos industriales. Aunque los hallazgos sugieren que la automatización generalizada podría tardar más de lo temido, el informe no aborda completamente el auge de la IA generativa: herramientas capaces de imitar la escritura, el habla y el diseño humanos. Estos sistemas, que evolucionan rápidamente, ya se están integrando en industrias como el servicio al cliente y la educación, dificultando predecir con certeza el ritmo de disrupción.

Lo que sí está claro es que, a diferencia de olas previas de automatización que afectaron principalmente a trabajos de manufactura, esta nueva ola alcanza profundamente al trabajo de oficina. Profesiones que antes se consideraban “seguras” ahora están en riesgo. Programadores, analistas financieros y redactores enfrentan un panorama cambiante en el que las máquinas pueden hacer más con menos, aumentando la presión sobre quienes dependen de tareas predecibles o procesamiento de datos.

Esta realidad ha provocado debates sobre regulación y preparación. Algunos expertos argumentan que los gobiernos deben actuar con rapidez para establecer límites éticos y mitigar impactos económicos. Otros advierten que una regulación prematura y basada en el miedo podría frenar la innovación y privar a la sociedad de los beneficios de eficiencia, accesibilidad y reducción de costos que brinda la IA.

En lugar de caer en el pánico, muchos economistas y especialistas laborales proponen un enfoque equilibrado: invertir en programas de capacitación y recualificación, modernizar los sistemas educativos para alinearlos con las necesidades futuras, y fomentar usos centrados en el ser humano que complementen, en vez de reemplazar, a los trabajadores. Desde esta perspectiva, la IA no es una amenaza en sí misma, sino una herramienta cuyo impacto dependerá de cómo se implemente y regule.

La tecnología siempre ha transformado las economías, desde la revolución industrial hasta la era digital. En cada etapa, se perdieron empleos, pero también surgieron otros nuevos, a menudo en sectores impensables. El reto con la IA no es solo la velocidad del cambio, sino la capacidad de la sociedad para responder con previsión y resiliencia.

El camino por delante es incierto, pero hay algo seguro: la IA está aquí para quedarse. La pregunta es si la sociedad aprovechará su poder para empoderar a los trabajadores—o si permitirá que el miedo y la inacción definan el futuro del trabajo.

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