Por: Dr. Elton Gomez, Especialista en Medicina Regenerativa.
La artrosis de hombro y rodilla representa una de las principales causas de dolor crónico y discapacidad funcional en la población adulta y envejeciente. Su fisiopatología tradicionalmente se ha asociado con la pérdida progresiva del cartílago articular, inflamación sinovial, deterioro subcondral y limitación biomecánica. Durante décadas, el manejo se basó en analgésicos, antiinflamatorios, infiltraciones con corticoides o ácido hialurónico, y en fases avanzadas, reemplazo protésico. Sin embargo, el surgimiento de la medicina regenerativa ha desplazado el paradigma desde el tratamiento sintomático hacia la restauración estructural y funcional del tejido dañado, destacando a las células madre mesenquimales (CMM) como una de las alternativas terapéuticas más prometedoras.
Las CMM, obtenidas principalmente de médula ósea, tejido adiposo o cordón umbilical, poseen la capacidad de modular la inflamación, secretar factores tróficos y estimular la regeneración del cartílago mediante diferenciación condrogénica. Su efecto no radica únicamente en su potencial de reemplazo celular, sino en su acción paracrina: regulan el microambiente articular, disminuyen citocinas proinflamatorias, activan factores de reparación tisular y favorecen la homeostasis de la matriz extracelular. Estudios clínicos en artrosis de rodilla han demostrado mejoría significativa en dolor (escala VAS), movilidad, calidad de vida y reducción del uso de analgésicos, incluso en estadios moderados a severos.
Independientemente de su estirpe o fuente biológica —ya provengan de cordón umbilical, médula ósea o tejido adiposo— estas células pueden ser cultivadas en laboratorios especializados y sometidas a procesos de expansión, purificación y control de calidad certificados. Dichos protocolos garantizan la viabilidad celular, la ausencia de agentes patógenos y la reducción al mínimo —o eliminación total— del riesgo de rechazo inmunológico. Este aspecto ha permitido el uso seguro de líneas celulares alogénicas en miles de pacientes, sin necesidad de compatibilidad genética estricta ni inmunosupresión farmacológica.
En la articulación del hombro, donde la artrosis suele coexistir con lesiones tendinosas o degeneración del manguito rotador, las CMM han mostrado resultados positivos en la restauración funcional combinada: disminución del dolor, aumento del rango de movimiento y mejoría de la integridad tendinosa evaluada por resonancia magnética. Ensayos preliminares sugieren que la infiltración intraarticular guiada por ultrasonido, acompañada de rehabilitación progresiva, genera cambios estructurales medibles a los 6–12 meses, lo que abre una ventana terapéutica previa a la cirugía protésica.
Si bien la evidencia clínica continúa en expansión, la seguridad del procedimiento está sólidamente respaldada: las tasas de eventos adversos son mínimas, limitadas principalmente al sitio de aplicación. No existen reportes significativos de rechazo, mutagénesis o transformación tumoral cuando el producto es correctamente procesado y aplicado bajo estándares regulatorios. La combinación con terapias complementarias —como plasma rico en plaquetas, factores de crecimiento, ondas de choque o protocolos de fisioterapia funcional— se perfila como una estrategia sinérgica para acelerar la reparación tisular y prolongar los efectos terapéuticos.
El futuro inmediato de las CMM en artrosis dependerá de su estandarización: dosis óptima, vía de administración, fuente celular, criterios de selección de pacientes y marcadores objetivos de respuesta. Lo que antes era considerado inevitablemente degenerativo ahora se reconoce como modulable. La medicina regenerativa no solo busca detener la progresión de la artrosis, sino restaurar la función articular, retrasar o evitar la cirugía y devolver calidad de vida. El desafío actual no es si las células madre funcionan, sino cómo implementar protocolos basados en evidencia que permitan su acceso seguro, ético y clínicamente responsable.