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Sorteo del Mundial FIFA 2026 en Washington: Sedes, Grupos — y un Premio de la Paz que Generó Debate

-Editorial

El 5 de diciembre de 2025, el Sorteo Final de la Copa Mundial de la FIFA 2026 se llevó a cabo en el Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas en Washington, D.C., marcando un momento decisivo para el Mundial masculino más grande de la historia. El evento definió oficialmente los enfrentamientos de la fase de grupos — y combinó deporte, diplomacia y controversia en una sola noche que captó la atención del mundo.

En medio del espectáculo y la producción deslumbrante, el sorteo ofreció emoción deportiva y un inesperado giro político que podría resonar mucho después del silbatazo inicial del torneo.

El Mundial 2026 será organizado de manera conjunta por México, Estados Unidos y Canadá, el primer torneo trinacional en la historia de la FIFA. También será la primera edición con 48 equipos, ampliando su escala, alcance y complejidad logística.

En el escenario del Kennedy Center, aparecieron juntos los líderes de las tres naciones anfitrionas: la presidenta de México, Claudia Sheinbaum; el presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump; y el primer ministro de Canadá, Mark Carney. Su presencia conjunta simbolizó una alianza continental ante la llegada de millones de aficionados.

Para México, el sorteo tuvo un profundo significado nacional. La Selección Mexicana quedó ubicada como cabeza de serie en el Grupo A, junto a Sudáfrica, Corea del Sur y el ganador del repechaje europeo que incluye a Dinamarca, Irlanda, Macedonia del Norte y la República Checa.

Las expectativas son históricas. El torneo abrirá el 11 de junio de 2026 en el emblemático Estadio Azteca de la Ciudad de México, donde México enfrentará a Sudáfrica en el primer partido del nuevo formato con 48 equipos. Será la tercera vez que el Azteca inaugura un Mundial, un récord sin precedentes.

México albergará 13 partidos repartidos entre Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, reafirmando su papel como escenario central del fútbol mundial tras haber sido sede en 1970 y 1986. Para muchos aficionados, el sorteo reafirmó la profunda tradición futbolística del país y su renovado protagonismo en el evento deportivo más visto del mundo.

La próxima edición marcará un punto de inflexión en la historia del Mundial. Con 48 selecciones compitiendo, el torneo incluirá un total de 104 partidos, el calendario más amplio hasta ahora. La estructura incorpora 12 grupos de cuatro equipos, seguidos por una ampliada ronda de 32 y posteriormente las etapas eliminatorias tradicionales hasta la final.

Los encuentros se distribuirán en 16 ciudades sede: Toronto y Vancouver en Canadá; Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey en México; y 11 ciudades en Estados Unidos. La amplitud geográfica refleja la ambición de la FIFA por crear el torneo más accesible y global hasta la fecha.

Para equipos y aficionados, el sorteo ofreció un primer mapa del camino por recorrer — desde las exigencias de viaje y la intensidad de los partidos, hasta las posibles rivalidades que podrían gestarse meses antes del comienzo. Ahora, los organizadores deberán sincronizar sistemas de transporte, operaciones en estadios y coordinación internacional entre tres países.

Lo que comenzó como una ceremonia estrictamente deportiva cambió de tono cuando la FIFA presentó de forma inesperada un nuevo reconocimiento: el primer Premio de la Paz de la FIFA. Su receptor inaugural: el presidente estadounidense Donald J. Trump.

El premio, entregado por el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, fue descrito como un homenaje a “acciones excepcionales y extraordinarias por la paz y la unidad”. Trump lo aceptó con un breve discurso, calificándolo como “uno de los grandes honores” de su vida y presentándolo como respaldo a sus esfuerzos diplomáticos globales.

Sin embargo, el momento generó un debate inmediato.

Sus defensores celebraron el simbolismo de usar el fútbol — un deporte promovido como herramienta de unión — para destacar iniciativas de paz. Sus críticos, en cambio, cuestionaron el propósito, el momento y la transparencia del premio. Muchos señalaron los riesgos de introducir un reconocimiento político en una ceremonia deportiva, sugiriendo que podría diluir la neutralidad de la FIFA y entremezclar deporte y geopolítica.

Las reacciones en redes sociales reflejaron esa polarización: algunos celebraron el gesto, mientras otros lo calificaron de inapropiado o meramente performativo. También surgieron preguntas sobre los criterios del galardón y si debía haberse presentado en un contexto no deportivo.

Para muchos en América del Norte, este sorteo representa un momento de optimismo y orgullo. México se prepara para un histórico tercer Mundial; Canadá refuerza su identidad futbolística en ascenso; y Estados Unidos asume un papel central en un evento destinado a romper récords de asistencia.

Para los organizadores, el sorteo marca el inicio de una exigente cuenta regresiva operativa: 104 partidos en tres naciones, millones de aficionados visitantes, planes de seguridad reforzados y complejos arreglos transfronterizos.

Pero la ceremonia también dejó una pregunta inquietante: ¿pueden los grandes eventos deportivos mantenerse al margen de la influencia política, o esa línea se ha vuelto demasiado difusa?

Con la FIFA aprovechando el sorteo para presentar un premio político, el evento mostró cómo el deporte puede amplificar narrativas globales que van mucho más allá de la cancha.

A medida que inicia la cuenta regresiva rumbo a junio de 2026, la atención mundial se dirige ahora a la competencia misma — a los estadios, los equipos, los goles y las historias que definirán el torneo — y a si el Mundial podrá sostener el espíritu de unidad que proclama defender.

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