-Editorial
Mucho es sabido del alto riesgo que se corre en esta profesión, ya que a través del periodismo se dan a conocer importantes acontecimientos o hechos que son relevantes para la sociedad, tales como actos de corrupción, impunidad, fraudes, mentiras y otras tantos actos que al darse a conocer, pueden perjudicar severamente la imagen pública de un personaje político, empresarial o de algún sector importante de la sociedad civil.
Y aunque el periodismo debería de ejercerse con profesionalismo y responsabilidad, muchos quienes hacen alarde de ser personajes influyentes dentro del medio, “verdaderos periodistas”, hacen mal uso de su espacio de difusión y recurren a las amenazas o a las mentiras para lograr obtener ganancias importantes por parte de aquellos quienes, al temer una campaña de difamación que pudiera dañar seriamente su imagen pública, acceden a toda clase de extorsiones.
Es bien conocido en los pasillos políticos, sedes partidarias (seccionales coloradas, comités liberales, hasta en carpas de otros signos políticos), la existencia no de “periodistas” sino de “extorsionadores”. Este tema es muy delicado, peligroso y preocupante, ¿porque? Porque el adjetivo deja por los suelos la reputación de los comunicadores sociales de prestigio, quienes en verdad ejercen el periodismo con profesionalismo y responsabilidad. Aquellos “periodistas extorsionadores “provocan una mala imagen que daña a todo el gremio periodístico y lo deja malparado ante la sociedad. De ellos también el término de “Fake News” que ha dañado tanto la imagen de la profesión en todo el mundo.
No se puede negar que la comunicación social es una herramienta fundamental y esencial a la hora de construir la opinión pública. La comunicación bien realizada permite abrir puentes de diálogos entre los distintos actores sociales y con ello, por supuesto que se contribuye de modo directo al fortalecimiento de la democracia.
La ola de extorsionadores quienes pretenden ser periodistas viene de que estos personajes descubren que la comunicación ejerce una gran influencia sobre la sociedad, ya que a través del mensaje que logra persuadir a masas enteras sobre algún asunto, se manipula para beneficio propio.
El Cuarto Estado (The Fourth Estate) o cuarto poder es un segmento de la sociedad que ejerce una influencia indirecta pero significativa en la población a pesar de que no es una parte formalmente reconocida del sistema político. La parte más comúnmente reconocida del cuarto estado son los medios informativos o la prensa.
El término Cuarto Estado se deriva del concepto europeo tradicional de los tres estados del reino: el clero, la nobleza y los plebeyos. El cuarto término equivalente es poco común en inglés, pero se usa en muchos idiomas europeos, en español es conocido como “El Cuarto Poder” el cual permite crear un balance entre sociedad y gobierno, cuya responsabilidad es incalculable y de la que desafortunadamente, muchas personas iniciadas en los medios sin contar con una formación profesional adecuada o con una buena moral, desconoce o ignora.
Los principios básicos del periodismo que figuran a continuación proporcionan una excelente base para todo aquel aspirante a lanzarse a la esfera de la información pública demostrando responsabilidad en el modo de informar.
Hay cientos de códigos de conducta, cartas y declaraciones de los medios de comunicación y de los grupos de profesionales que contienen los principios, valores y obligaciones del oficio del periodista. La mayoría se enfoca en cinco temas comunes:
Verdad y Precisión. Hay que obtener los hechos con exactitud, hay que tratar de ser lo más preciso posible, dar los hechos pertinentes que se han colectado y garantizar que han sido verificados.
Independencia. Para ser periodista de verdad se debe ser independiente, no se debe actuar, formal o informalmente en nombres de intereses específicos, ya sean políticos, empresariales o de otra índole. Se debe aclarar ante el público o audiencia cualquier conflicto de interés derivado de alguna afiliación política, financiera o más.
Ecuánime e imparcial. Todas las historias tienen dos versiones. Aunque no hay obligación en presentar todos los puntos de vista en cada pieza periodística, las historias deben ser equilibradas y presentadas con contexto.
La objetividad no siempre es posible, y puede no ser siempre deseable (al narrar por ejemplo, actos de extrema brutalidad o crueldad), pero informar imparcialmente genera credibilidad y confianza.
Humano. Los periodistas no deben dañar a nadie. Lo que publiquemos puede herir a alguna persona, pero debemos ser conscientes del impacto de nuestras palabras e imágenes en las vidas de los demás y tener sincera empatía.
Responsabilidad. Una señal segura de profesionalismo y periodismo responsable es la capacidad de asumir nuestra responsabilidad. Cuando cometemos errores, debemos corregirlos y nuestras disculpas deben ser sinceras, no falsas.
Es buena idea escuchar los intereses y las preocupaciones de nuestra audiencia. No podemos cambiar lo que escribe o comenta el público, pero sí podemos rectificar si hemos dicho algo incorrectamente o sí hemos sido injustos.
Es importante tener estos puntos bien claros ya que son las columnas que sostienen el verdadero periodismo. Hoy en día muchas personas con intereses ajenos a los nobles principios del verdadero periodismo, se auto nombran “profesionales de la comunicación”, sin realmente serlo, pero lo grave es cuando dichos individuos actúan con dolo y mala fe e intentan lucrar a través de una posición que debería ser muy bien respetada por todos y así mismo valorada.
El verdadero periodismo se ejerce con responsabilidad, no busca intereses individualistas ni extorsiona a cambio de dinero. Hay que saber diferenciar bien entre un periodista y un extorsionador y tratar siempre en lo posible de poner una profesión tan noble siempre en alto, cuando sobre los hombros se carga la importante tarea de informar y ser los encargados de no solo dar voz a quienes no la tienen, sino de hacer que la sociedad en que vivimos pueda encontrar el equilibrio y ser una mejor sociedad para todos.