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Las dos visiones de las relaciones internacionales

Mario Beltrán Mainero

Diplomático, licenciado en derecho y maestro en relaciones internacionales

A nivel académico, existen dos visiones principales sobre las relaciones internacionales: el realismo y el liberalismo. Estas dos visiones no sólo son filtros teóricos que sirven para entender las interacciones entre los países, sino que nos muestran a nivel filosófico cómo se percibe el universo humano.

El realismo nos habla de un mundo anárquico en el que los estados actúan, en principio, sin limitación alguna para favorecer sus intereses. En la percepción de los realistas, el entorno internacional es muy parecido a la caótica condición natural de la sociedad humana que concebía Thomas Hobbes. Para Hobbes, en el caso de sociedad humana, el problema se resuelve mediante el contrato social y la creación del Estado-Nación que regula con autoridad las interacciones sociales. Pero, a nivel internacional, esta posibilidad no existe porque los países no están regidos por un gobierno central que imponga leyes y las haga cumplir­­.

El realismo explica las relaciones internaciones de manera muy simple: los países son bolas de billar que chocan unas contra otras, y lo que prevalece a final de cuentas es el poder de cada uno de los actores en el sistema. Para aquéllos que ven el mundo de esta forma, lo más importante para un país que quiere garantizar su existencia y su bienestar es acrecentar su poderío militar y económico, ya sea directamente o a través de alianzas (las cuales siempre serán pragmáticas, no basadas en principios o benevolencia). El realismo, que enfatiza la competencia y el conflicto, es una visión sombría de las relaciones internacionales y, por tanto, de la naturaleza humana.

Por otro lado, el liberalismo va más allá del estado como actor unitario de las relaciones internacionales y está basado en las nociones liberales sobre el individuo, sus derechos y las instituciones que los protegen. El liberalismo, como marco teórico de las relaciones internacionales, considera que los países no tienen la necesidad de confrontarse, y que a través de esquemas de colaboración pueden lograr sus intereses nacionales. Mediante la creación de instituciones (leyes, regulaciones, organizaciones, etc.) los estados pueden crear regímenes de conducta que pongan un freno al poder de los estados y generen confianza, permitiendo obtener beneficios de manera conjunta ya sea intercambiando bienes y servicios o resolviendo problemas compartidos.

Aunque al liberalismo a veces se le tilda de utópico, sus adherentes no niegan que existan profundas imperfecciones en la naturaleza humana—y por lo tanto en los gobiernos de los estados—que generan conflictos, tales como la avaricia y el deseo de poder. Simplemente, esta visión también toma en consideración los aspectos positivos del homo sapiens: su capacidad para cooperar, de negociar de buena fe y de ser empático.

Como escribía en las primeras líneas, creo que la visión que uno tenga de las relaciones internacionales está muy vinculada a la forma como uno ve la vida en general. Aquel que considera que la vida es una jungla y que hay que valerse por sí mismo con la menor interferencia exterior posible, estará más cerca de los realistas (y de la derecha, políticamente hablando). Los que aún creemos en “los mejores ángeles de nuestra naturaleza”, como describía Abraham Lincoln al lado más loable del ser humano, seguiremos siendo liberales.

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