-Editorial
La barrera fronteriza entre México y Estados Unidos significa la división de dos países, pero también la oportunidad de hacer algo divertido para todos.
El arquitecto Ronald Rael llevó subibajas rosados a la valla fronteriza México-Estados Unidos en Nuevo México con el deseo de que las personas a ambos lados del muro se sientan conectadas durante unas horas.
De repente, la cerca se convirtió en el lugar donde el subibaja reunió a familias y niños en una tarde de diversión transfronteriza. Rael trabajó en los subibajas durante seis meses para limpiarlos y prepararlos. Poco sabía que este momento se volvería viral y se convirtió en un ejemplo sobre cómo la frontera puede transformarse en algo positivo.
Esta actividad va en línea con el libro de Rael que habla sobre el muro fronterizo y cómo modificarlo para la prosperidad económica.
En su libro titulado, Borderwall as Architecture, Rael brinda un reexamen artístico e intelectual de cuál es y podría ser la barrera física que separa a los Estados Unidos de América de los Estados Unidos Mexicanos. Es a la vez una protesta contra el muro y una proyección sobre su futuro.
A través de una serie de propuestas que sugieren que las casi setecientas millas de muro son una oportunidad para el desarrollo económico y social a lo largo de la frontera, el libro lleva a los lectores a un viaje a lo largo de un muro que atraviesa una “tercera nación”- los Estados Divididos de América.
Junto con estas historias de la vida, hay contrapropuestas para el muro creadas por el estudio arquitectónico de Rael, que reinventan o cuestionan el muro y su construcción, costo, rendimiento y significado. Rael propone que, a pesar del uso previsto del muro que es mantener a las personas alejadas, el muro también es una atracción para tener un dialogo en común.