La noche del 29 de enero de 2025, una catastrófica colisión en el aire sobre el río Potomac, cerca de Washington, D.C., cobró la vida de todos los ocupantes de dos aeronaves: un jet regional de American Airlines y un helicóptero Black Hawk del Ejército de EE.UU. El desastre, ocurrido a solo millas de la capital de la nación, ha suspendido las operaciones en el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan de Washington (DCA) y ha dado inicio a una investigación federal.
El vuelo 5342 de American Eagle, un Bombardier CRJ-701ER operado por PSA Airlines, se encontraba en su aproximación final al DCA desde el Aeropuerto Nacional Dwight D. Eisenhower en Wichita, Kansas. A bordo viajaban 60 pasajeros y cuatro miembros de la tripulación.
Mientras tanto, el helicóptero Sikorsky UH-60 Black Hawk del Ejército de EE.UU., identificado como PAT25, realizaba una misión de entrenamiento rutinaria desde Fort Belvoir, Virginia. La aeronave transportaba a tres soldados.
Según grabaciones preliminares del control de tráfico aéreo, se le había indicado al Black Hawk que mantuviera una distancia segura del avión comercial. Sin embargo, alrededor de las 8:47 p.m. EST, ambas aeronaves colisionaron en el aire, precipitándose en las gélidas aguas del río Potomac. El impacto provocó una bola de fuego, captada en una transmisión en vivo desde el Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas.
En cuestión de minutos, equipos de emergencia de Washington, D.C., Maryland y Virginia acudieron al lugar. Los equipos de rescate enfrentaron condiciones extremas, con temperaturas del agua a 35°F (2°C) y visibilidad reducida en la oscuridad. Se desplegaron equipos de buceo, barcos de bomberos y helicópteros en busca de posibles sobrevivientes.
Para la medianoche, las autoridades habían recuperado 18 cuerpos, con esfuerzos de búsqueda aún en curso. Los funcionarios han señalado que, dada la naturaleza del accidente, la posibilidad de supervivencia es altamente improbable.
“Estamos haciendo todo lo posible para recuperar a las víctimas y brindar consuelo a sus familias”, declaró el jefe de bomberos de Washington, D.C., John Donnelly. “Esta es una tragedia inimaginable”.
Tras el accidente, el DCA suspendió inmediatamente todos los vuelos entrantes y salientes. Las aeronaves en ruta fueron desviadas a los aeropuertos Internacional Dulles y Internacional Baltimore/Washington Thurgood Marshall. Se espera que el aeropuerto permanezca cerrado al menos hasta las 5 a.m. EST del viernes 31 de enero de 2025, afectando a miles de viajeros y provocando retrasos en vuelos a nivel nacional.
La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) ha iniciado una investigación con el apoyo de la Administración Federal de Aviación (FAA), el Departamento de Defensa y el Ejército de EE.UU. Los investigadores analizarán los datos de vuelo, las comunicaciones del control de tráfico aéreo y los patrones de escombros para determinar la causa del accidente.
Expertos en seguridad aérea destacan que colisiones en el aire de esta magnitud son poco comunes debido a estrictos protocolos de separación de vuelos. Sin embargo, el complejo espacio aéreo alrededor de Washington, D.C., que alberga tanto tráfico comercial como militar, representa desafíos únicos.
“Llevaremos a cabo una investigación exhaustiva para comprender qué salió mal y cómo podemos evitar una tragedia similar”, afirmó la presidenta de la NTSB, Jennifer Homendy.
Las autoridades han descartado terrorismo, y el FBI confirmó que no hay evidencia de actos delictivos.
Reacción Nacional y Condolencias
Funcionarios del gobierno han expresado sus condolencias a las familias de las víctimas. El presidente Donald Trump calificó el incidente como un “terrible accidente” y extendió sus simpatías a los afectados. El vicepresidente JD Vance instó a orar por las víctimas y sus familias. El secretario de Transporte, Sean Duffy, y el representante de Virginia, Don Beyer, han prometido proporcionar recursos federales para ayudar en la respuesta y la investigación.
“Este es un momento sombrío para nuestra nación”, expresó el representante Beyer. “Lamentamos la pérdida de vidas en esta horrible tragedia y nos solidarizamos con sus familias”.
La industria de la aviación se encuentra consternada por el desastre, con tributos llegando de colegas y organizaciones en todo el mundo. American Airlines emitió un comunicado lamentando la pérdida de pasajeros y tripulación, ofreciendo apoyo a las familias en duelo.
La comunidad militar también ha sido profundamente afectada, ya que el accidente involucró a miembros del servicio en una misión de entrenamiento de rutina. El Departamento de Defensa ha asegurado que se llevará a cabo una revisión exhaustiva de los procedimientos de aviación militar.
Mientras los investigadores trabajan para reconstruir los eventos previos al choque, es posible que legisladores y reguladores de aviación consideren revisar los protocolos de tráfico aéreo en zonas de alto tráfico como Washington, D.C. Las familias de las víctimas esperan respuestas, mientras la nación lidia con otra trágica catástrofe aérea.
Con la NTSB programada para publicar hallazgos preliminares en las próximas semanas, el mundo de la aviación permanece en alerta, esperando obtener lecciones que prevengan futuras tragedias.
Por ahora, Washington, D.C., llora la pérdida de vidas en un desastre que, sin duda, dejará una huella indeleble en la seguridad y las políticas de aviación.