A medida que el mundo se acerca al punto medio de lo que se suponía sería una década transformadora para el desarrollo, la economía global se apresta a acumular un lamentable récord para fines de 2024: el lustro de crecimiento del PIB más lento en 30 años, según el último informe de Perspectivas Económicas Mundiales del Banco Mundial.
Según un criterio, la economía global está en mejor situación que hace un año el riesgo de una recesión global ha disminuido, en gran medida debido a la fortaleza de la economía estadounidense. Pero las crecientes tensiones geopolíticas podrían crear nuevos peligros a corto plazo para la economía mundial. Mientras tanto, las perspectivas a mediano plazo se han oscurecido para muchas economías en desarrollo en medio de una desaceleración del crecimiento en la mayoría de las principales economías, un comercio global lento y las condiciones financieras más estrictas en décadas. Se espera que el crecimiento del comercio mundial en 2024 sea solo la mitad del promedio de la década anterior a la pandemia. Mientras tanto, es probable que los costos de endeudamiento para las economías en desarrollo (especialmente aquellas con malas calificaciones crediticias) sigan siendo elevados, con las tasas de interés globales estancadas en máximos de cuatro décadas en términos ajustados por inflación.
Se prevé que el crecimiento mundial se desacelerará por tercer año consecutivo: del 2.6% el año pasado al 2.4% en 2024, casi tres cuartos de punto porcentual por debajo del promedio de la década de 2010. Se proyecta que las economías en desarrollo crecerán sólo un 3.9%, más de un punto porcentual por debajo del promedio de la década anterior.
Después de un desempeño decepcionante el año pasado, los países de bajos ingresos deberían crecer un 5.5%, menos de lo esperado anteriormente. Para fines de 2024, las personas en aproximadamente uno de cada cuatro países en desarrollo y alrededor del 40% de los países de bajos ingresos seguirán siendo más pobres que en vísperas de la pandemia de COVID en 2019. Mientras tanto, en las economías avanzadas, el crecimiento es se desacelerará al 1.2% este año desde el 1.5% en 2023.
“Sin una corrección importante del rumbo, la década de 2020 pasará a la historia como una década de oportunidades desperdiciadas”, afirmó Indermit Gill, economista jefe y vicepresidente senior del Grupo del Banco Mundial. “El crecimiento a corto plazo seguirá siendo débil, dejando a muchos países en desarrollo, especialmente a los más pobres, atrapados en una trampa: con niveles paralizantes de deuda y un acceso precario a los alimentos para casi una de cada tres personas.
Eso obstaculizaría el progreso en muchas prioridades globales. Todavía existen oportunidades para cambiar el rumbo. Este informe ofrece un camino claro a seguir: detalla la transformación que se puede lograr si los gobiernos actúan ahora para acelerar la inversión y fortalecer los marcos de política fiscal”.
Para hacer frente al cambio climático y alcanzar otros objetivos clave de desarrollo global para 2030, los países en desarrollo deberán realizar un aumento formidable de la inversión alrededor de 2.4 billones de dólares al año. Sin un paquete de políticas integral, las perspectivas de tal aumento no son halagüeñas. Se espera que el crecimiento de la inversión per cápita en las economías en desarrollo entre 2023 y 2024 promedie solo el 3.7%, poco más de la mitad de la tasa de las dos décadas anteriores.
Después de un desempeño decepcionante el año pasado, los países de bajos ingresos deberían crecer un 5.5%, menos de lo esperado anteriormente. Para fines de 2024, las personas en aproximadamente uno de cada cuatro países en desarrollo y alrededor del 40% de los países de bajos ingresos seguirán siendo más pobres que en vísperas de la pandemia de COVID en 2019. Mientras tanto, en las economías avanzadas, el crecimiento es se desacelerará al 1.2% este año desde el 1.5% en 2023.
“Sin una corrección importante del rumbo, la década de 2020 pasará a la historia como una década de oportunidades desperdiciadas”, afirmó Indermit Gill, economista jefe y vicepresidente senior del Grupo del Banco Mundial. “El crecimiento a corto plazo seguirá siendo débil, dejando a muchos países en desarrollo, especialmente a los más pobres, atrapados en una trampa con niveles paralizantes de deuda y un acceso precario a los alimentos para casi una de cada tres personas.
Eso obstaculizaría el progreso en muchas prioridades globales. Todavía existen oportunidades para cambiar el rumbo. Este informe ofrece un camino claro a a la transformación que se puede lograr si los gobiernos actúan ahora para acelerar la inversión y fortalecer los marcos de política fiscal”.
Para hacer frente al cambio climático y alcanzar otros objetivos clave de desarrollo global para 2030, los países en desarrollo deberán realizar un aumento formidable de la inversión: alrededor de 2.4 billones de dólares al año. Sin un paquete de políticas integral, las perspectivas de tal aumento no son halagüeñas. Se espera que el crecimiento de la inversión per cápita en las economías en desarrollo entre 2023 y 2024 promedie solo el 3.7%, poco más de la mitad de la tasa de las dos décadas anteriores.
El informe ofrece el primer análisis global de lo que se necesitará para generar un auge sostenido de la inversión, basándose en la experiencia de 35 economías avanzadas y 69 economías en desarrollo durante los últimos 70 años.
Se concluye que las economías en desarrollo a menudo obtienen ganancias económicas inesperadas cuando aceleran el crecimiento de la inversión per cápita a al menos el 4% y lo mantienen durante seis años o más el ritmo de convergencia con los niveles de ingreso de las economías avanzadas se acelera, la tasa de pobreza disminuye más rápidamente y el crecimiento de la productividad se cuadriplica. Durante estos auges también se materializan otros beneficios entre otras cosas, la inflación cae, las posiciones fiscales y externas mejoran y el acceso de la gente a Internet se expande rápidamente.
“Los auges de la inversión tienen el potencial de transformar las economías en desarrollo y ayudarlas a acelerar la transición energética y lograr una amplia variedad de objetivos de desarrollo”, dijo Ayhan Kose, economista jefe adjunto del Banco Mundial y director del Grupo de Perspectivas.
“Para provocar tales auges, las economías en desarrollo necesitan implementar paquetes integrales de políticas para mejorar los marcos fiscales y monetarios, ampliar los flujos comerciales y financieros transfronterizos, mejorar el clima de inversión y fortalecer la calidad de las instituciones. Se trata de un trabajo duro, pero muchas economías en desarrollo ya han podido hacerlo antes. Hacerlo de nuevo ayudará a mitigar la desaceleración proyectada del crecimiento potencial en el resto de esta década”.
Las últimas Perspectivas Económicas Mundiales también identifican lo que dos tercios de los países en desarrollo (específicamente los exportadores de materias primas) pueden hacer para evitar ciclos de auge y caída. El informe concluye que los gobiernos de estos países a menudo adoptan políticas fiscales que intensifican los auges y caídas. Cuando los aumentos de los precios de las materias primas impulsan el crecimiento en 1 punto porcentual, por ejemplo, los gobiernos aumentan el gasto de manera que impulsen el crecimiento en 0.2 puntos porcentuales adicionales. En general, en tiempos de bonanza, la política fiscal tiende a sobrecalentar la economía. En los malos tiempos, la crisis se profundiza. Esta “prociclicidad” es 30 por ciento más fuerte en las economías en desarrollo exportadoras de materias primas que en otras economías en desarrollo. Las políticas fiscales también tienden a ser un 40 por ciento más volátiles en estas economías que en otras economías en desarrollo.
La inestabilidad asociada con una mayor prociclicidad y volatilidad de la política fiscal produce un lastre crónico para las perspectivas de crecimiento de las economías en desarrollo exportadoras de materias primas. El lastre se puede reducir estableciendo un marco fiscal que ayude a disciplinar el gasto público, adoptando regímenes cambiarios flexibles y evitando restricciones al movimiento de capital internacional. En promedio, estas medidas de política podrían ayudar a los exportadores de materias primas de las economías en desarrollo a impulsar el crecimiento de su PIB per cápita hasta en 1 punto porcentual cada cuatro o cinco años. Los países también pueden beneficiarse creando fondos soberanos y otros fondos de emergencia que puedan desplegarse rápidamente en caso de emergencia.